Lorca, Rivera, Lenin, Brendine…son tantos los que han perdido sus vidas en vano…

Cletus, el errante

Verano. Media tarde, ya anocheciendo. Un grupo de pueblerinos adentrándose en el bosque en contra de su voluntad en busca de algo que les pueda salvar las vidas. Dirigidos a un destino aún incierto del cual posiblemente ninguno vuelva.

Ulfgar, un viejo minero enano, seguía repasando los echos mentalmente que le habían conducido a estar en esa situación mientras se habría paso como podía entre la maleza del bosque.

El día anterior había llegado al pueblo un pregonero real con noticias urgentes para el pueblo:

«En 2 días llegará al pueblo el recaudador de impuestos real para recaudar todo lo que fuese de valor para poder cumplir con las expectativas del Rey y de esta forma costear la guerra que se estaba teniendo en las fronteras septentrionales. En caso de no cumplir con las exigencias del Rey, el pueblo entero será castigado.»

Dicho esto, el pregonero volvió a repetir su mensaje para que quedase claro y se fue por donde había vuelto.

Esa misma tarde el pueblo se reunió en la posada de Carl para discutir de donde iban a sacar el dinero que se estaba exigiendo. La situación era fea. En el pueblo no se vivía mal y no se pasaba hambre, pero desde que empezó la guerra todo cambió. Las recaudaciones habían incrementado en su regularidad y cantidad, y los pocos habitantes que aún quedaban en el pueblo ya no se podían permitir pagar otra tasa más.

Nadie decía nada, la taberna estaba en silencio esperando al alcalde dijese lo que se debía de hacer.

Al cabo de una hora apareció el alcalde, entro por la puerta principal y al parecer no venía solo, Dimitri le acompañaba ¿podría haber sido él el causante de tanta demora?¿que podría estar tramando ese tramposo mendigo?

Dimitri parecía contento…satisfecho. Fuese lo que fuese de lo que hubiese hablado con el alcalde, tenía la impresión que pronto lo sabría.

Una vez el alcalde se colocó sobre la tarima, sin Dimitri, y se aseguró que todo el mundo le prestaba atención, empezó hablar:

«Todos sabéis porque estamos hoy aquí reunidos…»

Demasiado tranquilo le veo para la situación en la que nos encontramos, pensó Ulfgar.

«…pero como ya sabéis el reino está en guerra y es nuestro deber el contribuir en el beneficio común del país…»

Gestos de aprobación y resignación se podía ver entre los asistentes.

«…es cierto nuestras arcas están vacías y a nadie le queda nada desde la última visita del recaudador real…»

Lo que antes había sido una aldea rica donde Ulfgar había decidido retirarse con su antiguo compañero Dorri el curandero, otro enano de la vieja escuela, para pasar lo que le quedaba de vida en paz, la guerra la estaba transformando en algo que no le gustaba nada.

«…y es por esto que no me queda otra opción que anunciar las medidas que se van a tomar…»

Una rápida mirada furtiva dirigida donde se encontraba Dimitri, escondido entre sus harapos, provoca un escalofrío premonitorio a Ulfgar al detectar una gran sonrisa de triunfo dibujada en su cara.

«No…no puede ser…no habrá sido capaz…maldito loco…»

«…se organizará un grupo…» – continuaba el alcalde en su discurso ya ensayado – «…para iniciar una búsqueda en las ruinas antiguas…»

«NO!…no lo digas…» – se dijo para sus adentros Ulfgar.

«…de la Torre del Mago Nirlem«.

Silencio sepulcral.