El cielo ardió y los que una vez fueron nuestros hermanos se alzaron de armas contra nosotros.

Carl en los salones de la orden El día sin luz.

Ahí se alzaba la ¿majestuosa? torre que tanto aterrorizaba a la población con su leyenda. Se decía que siglos atrás había vivido en ese bosque, en esos restos de intento de torreón, un poderoso mago conocido por todos como Nerlim, el mago. El destino del mago es desconocido por todos, únicamente que desapareció un día y ya no se supo más de él. Con el tiempo la noticia de su desapareción llegó a oídos de aventureros con sed de fama poder y riquezas. Los cuales veían en los posibles artefactos mágicos que pudiesen encontrar esa llave que les abriría todas la puertas que tuviesen delante de su camino hacía la cima soñada. Nunca se volvió a saber nada de ellos.

Y aquí se encuentra nuestro grupo de simples aldeanos dispuestos a triunfar donde otros mejor preparados fallaron.

Después de 2 horas siguiendo lo que creían que era el antiguo sendero hacía la torre, y con la ayuda del curandero del pueblo Dorri, el variopinto grupo llegó a un claro donde claramente era su destino. En medio del claro se encontraba los restos de lo que antiguamente fue una esplendida torre. Ahora solo quedaba en pie a duras penas la planta baja y el primer piso.

Detrás de los restos, en la otra punta del claro, se podía divisar un montículo el cual el pobre tarado de Rivera se fue a investigar sin previo aviso. Nadie sabía aún que podía aportar el «bufón» del pueblo en esa expedición, pero nadie le decía que no cuando te ponía esa mirada de cachorrito. Mientras que no molestase no pasaba nada se dijeron entre todos.

Alfred Hard con la ayuda de Jack, el vigía del pueblo, y la supervisión desde la sombra de Dimitri, hicieron una hoguera con el objetivo de calentarse y tener fuego para encender un par o tres de antorchas más. El Sol ya se había ido hace rato y solo habían conseguido guiarse a través de la oscuridad gracias a la perfecta luna llena que se alzaba en el cielo nocturno.

Mientras el grupo se preparaba a descansar después de dos horas de caminata, Marika, un corpulento elfo, se adentraba en la torre a investigar las ruinas, seguido de cerca de Brendine y su primo Cletus, un par de granjeros con una relación amorosa complicada.

Marika se abrió paso entre las runas de la entrada hasta acceder al interior de la planta baja. La habitación no tenía nada. Solo polvo y runa. En un lateral de la estancia se podía distinguir el inicio de una escalera de caracol que conectaba con el único piso superior aún existente. John Lenin con una antorcha recién encendida se escabulló hacía arriba para ver si encontraba algo de valor.

Si Brandine no hubiese estado tan ocupada en espantar a Cletus se hubiese dado cuenta de la figura de Rivera se perfilaba perfectamente a la luz de la luna a través de los ventanales de la planta baja.

La figura de Rivera ya no se distinguía en la oscuridad. Se había alejado muchísimo de la torre y delante de él se encontraba el montículo. Siguiendo un camino perfectamente visible bajo la luz de las estrellas, se acercó a lo que era la entrada. Dos grandes losas adornadas con cristales incrustados en la superficie, hacían de puerta e impedían a los extraños entrar y explorar el interior.

Rivera se quedó mirando los cristales, embobado en como emitían pequeños brillos, como si tuviesen vida en su interior. En un acto de avaricia, saco un pequeño cuchillo para extraer una piedra y mostrársela orgulloso al pueblo. Acercó la hoja a una de las piedras y esta a medida que se iba acercando la hoja se empezó a calentar.

CATACROC!

El trance en el que estaba Rivera se rompió y como si fuese una llamada, se dirigió a las ruinas que tenía a su espalda corriendo para averiguar que había pasado. Lo último que quería es le culpasen a él de romper algo.

El cristal incrustado pasó del rojo intenso a su estado inicial, intacto en la losa.

Ulfgar estaba delante del estropicio ocasionado por Marika y compañía. Al parecer en el piso superior, en una las 3 habitaciones que aún quedaban en pie, la puerta estaba atrancada por runas y Alfred Hard y Marika decidieron utilizar la fuerza para acceder a su interior.

Por ahora el viaje estaba siendo un fiasco. La torre no tenía nada de valor y si lo había tenido hacía tiempo que alguien se lo llevó. Ulfgar soltó un par de maldiciones para sus adentros y se acercó a una pared para apoyarse y descansar un poco la espalda. Ya no estaba echo para la aventura.

La nueva habitación que se encontraba ante ellos no era más que un antiguo dormitorio. Aun estaba la cama y al lado había un escritorio con una capa de polvo considerable, señal que nadie lo había utilizado en mucho tiempo. Lenin se acercó confiado al escritorio para ver si encontraba algo que los sacase de ese lugar. Lo único que encontró al abrir los cajones del escritorio fueron unos papeles mohosos con diagramas dibujados en estos. De inmediato supo que hacer.

Reunido todo el grupo alrededor de la hoguera y mientras comían algo para cenar, Carl examinaba los documentos encontrados en busca de algún significado oculto. Se había llegado a la conclusión que los diagramas tenían relación con el montículo que se encontraba detrás de las ruinas y las estrellas. El antiguo juglar había sido capaz de relacionar ciertos diagramas con un par de constelaciones que ahora mismo eran visibles en el cielo y estos eran parte de un puzzle por ahora desconocido por el grupo.

Establecido el nuevo destino, dejaron a Dimitri apagando la hoguera en las ruinas de la torre mientras el resto del grupo partía hacía el montículo. Cuando llegaron se encontraron con las dos losas de piedra, en las cuales se podía distinguir perfectamente la representación de ciertas constelaciones gracias a unos cristales incrustados en estas.

Carl levantó una de las hojas mohosas con mucho cuidado, miró las losas, miró al cielo, volvió a mirar la losa…y ahí estaba la solución. Cuando las constelaciones representadas estuviesen en su posición en el cielo, las losas se activarían de alguna forma permitiendo acceder al interior del montículo.

Esperaron 2 horas largas, pero gracias a la previsión de García Lorca, el cual había traído un saquito con granos de café por si se hacía tarde, hicieron guardia delante de las losas a la luz de las estrellas y con una taza de café para no dormirse.

De golpe sucedió…los cristales se empezaron a iluminar y por arte de magia las losas se hicieron a un lado permitiendo el acceso a un pasillo que se adentraba al interior.

Al otro lado de la habitación hay otra puerta robusta. Cuatro estatuas de hierro flanquean la puerta, dos a cada lado. Cada estatua representa un guerrero distinto pertrechado con un yelmo redondo de hierro y una gruesa cota de escamas que sujeta una lanza larga en posición de lanzamiento. Las puntas de todas las lanzas apuntan a la puerta por la que acabáis de entrar.

Voz en off

No lo vieron venir. Marika yacía en el suelo muerto en medió del vestíbulo con una lanza que le atravesaba toda la cavidad torácica. El resto del grupo que iba delante pudo esquivar los ataques mortales provenientes de 4 estatuas con armaduras del otro extremo de la habitación. Con las prisas de querer llegar a la puerta que se encontraba en el otro extremo de la primera sala del montículo, no se percataron que las 4 estatuas estaban en pos de atacar con sus lanzas en dirección al pasillo que conectaba con el exterior.

Estaba claro que no iba a ser un juego de niños, y si querían seguir con vida y ver el Sol un día más se tendrían que poner las pilas. Alfred Hard examino una de las estatuas y se dió cuenta que las cotas de escama y los cascos no eran simple decoraciones. Informó al resto de este detalle mientras él mismo desnudaba a la estatua que tenía en frente. Una vez acabó de vestirse con su nuevo atuendo recogió una de las lanzas que habían intentado asesinar y se dispuso acceder a la siguiente habitación. Cletus y García Lorca le imitaron y también se vistieron con una cota de escamas.

Mientras tanto Ulfgar con la ayuda de Dorri, desmontaba la puerta de madera para utilizarla de forma ortodoxa como un escudo pavés mientras en la otra mano sujetaría otra de las lanzas arrojadas por las estatuas.

Marika se encontraba aun caliente cuando Dimitri se lo llevaba a rastras al exterior. Era lo mejor que podía hacer, pensó, de esta forma nadie podrá ver como le desvalijo los bolsillos.

Para finalizar, Ulfgar se equipó con la última cota de escamas y dió la orden:

«Adelante».