Αλλοδαποί


Γεώργιος Α. Τσούκαλος

Esta espaciosa cámara tiene suelo de mármol y una puerta en cada pared. En el otro extremo hay una imponente estatua de granito de un bárbaro que extiende una de sus manos y os apunta con el dedo índice. El musculoso salvaje viste pieles de animales, pero sus ojos denotan inteligencia y de su cuello tallado penden amuletos y talismanes. Un grimorio cuelga junto a una espada ancha en la cadera de este monumento de treinta pies de altura.

Voz en off

El grupo estaba preparado, se desplegaron por la nueva habitación a investigar que secretos ocultos escondía.

«¿Y ahora qué?» se empezaron a preguntar. La sala estaba vacía, a excepción de la gran estatua de granito que vigilaba al grupo desde su posición.

García Lorca y su compañero elfo al ver que no eran útiles en esa situación se volvieron a la sala anterior, al menos allí estarían seguros.

De golpe el infierno se desató.

Rivera, en un acto casi automático, abrió la puerta que tenía delante y se lanzó hacía dentro de la nueva sala observando atento a su alrededor en busca de nuevos peligros:

Esta cámara descomunal está ocupada en toda su extensión por un gran estanque rectangular lleno de agua. El estanque despide una luz difusa que ilumina los anchos pilares que alineados a lo largo de las paredes. Sin embargo, lo más perturbador son las criaturas cristalinas de forma humana que se vislumbran entre las sombras. Arrastran los pies lentamente, mientras sus extraños cuerpos cristalinos resplandecen como joyas cada vez que la luz del estanque incide sobre ellos. En la esquina opuesta de la cámara hay una puerta.

Voz en off

Encandilado por el brillo que emitía el lago, este se adentro en dirección a la piscina sin darse cuenta que poco a poco las figuras le estaban rodeando atraídas por la luz de su antorcha.

Un chorro de fuego se dirigió hacía John Lenin. No tuvo tiempo a reacción alguna, estaba demasiado concentrado en encontrar alguna trampa en la puerta de la izquierda mientras Cletus le empujaba en un intento de ayudarle para impresionar a Brendine.

Tras la explosión de fuego, el grupo divido tuvo poco tiempo de reacción. Algo había despertado la ira de la estatua y no tenía intención de parar. Ulfgar se maldecía de no haber detectado nada en la estatua y de no haberse dado cuenta que estaba rotando sobre su eje.

Antes de la activación del lanzallamas y de un nuevo ataque, Alfred Hard, Brendine, Cletus y un escudero que seguía a Hard a todas partes, abrieron la puerta, saltaron por encima del cuerpo chamuscado de Lenin y entrarón en la habitación lateral.

En el centro de esta cámara cuadrada hay un ancho trono de piedra. En las paredes cuelgan primitivas tabletas de arcilla a la altura de vuestras cabezas, inscritas con extraños símbolos. Cada tableta mide unos pocos pies de anchura y decenas de ellas cuelgan de las cuatro paredes. Sin embargo, vuestra atención se centra en la enorme serpiente que acaba de emerger arrastrándose de detrás del trono. Está anillada con bandas de un infernal color carmesí y tiene un cuerno demoníaco en el centro de su cabeza repleta de colmillos.

Voz en off

Ulfgar protegido por su enorme escudo improvisado, se dirigió a la última puerta que se encontraba cerrada ofreciendo cobertura al resto de compañeros que quedaban en la habitación.

Aún se olía a madera quemada cuando atravesaron el umbral de la nueva sala que se les abría delante de ellos.

Es evidente que esta mohosa habitación es una cámara funeraria. Siete oscuros nichos contienen pilas de huesos sueltos. Armas y armaduras oxidadas adornan las paredes que hay junto a cada nicho y hay máscaras funerarias engastadas bajo las calaveras.

Voz en off

Rivera esquivo las figuras de cristal como podía. Le fascinaba en la forma que se movían, siguiéndole allá donde fuese. Era feliz a su manera.

«Soy Ssisssuraaaaggg, y habéis irrumpido en la sala que guardo»

La serpiente atacó impidiendo descansar a nuestros valientes pueblerinos. Hard la esquivo perfectamente, demasiado previsible el movimiento y se preparó para darle un buen lanzazo. No calculó bien. El golpe impacto contra la nada. Mientras tanto la serpiente se preparaba para lanzar un nuevo ataque al resto del grupo que aún se encontraban en el marco de la puerta. El escudero blandió su espada larga provocando un corte en las escamas de la serpiente. Brandine con su orca hizo lo imposible para acertar, la situación la superaba. Cletus movía su orca también, para tener alejada la serpiente de su prima.

Dorri decidió ir a examinar las tumbas que tenían delante aprovechando la paz momentánea que tenían. Ulfgar observaba la estatua desde su punto seguro y como le señalaba ese dedo acusador, se preguntaba donde estaba el mecanismo que desactivaría esa trampa. De golpe unos ruidos de la dirección de Dorri le interrumpieron sus pensamientos y le hicieron poner en guardia.

Los restos de los esqueletos que habían sobrevivido al paso del tiempo, empezaron a moverse. Unas calaveras surgieron de algún rincón que los nichos ocultaban y con el sonido de sus dientes castañeteando, comenzaron avanzar hacía el grupo.

No eran muy difíciles de esquivar, hasta incluso hubiese sido cómico verles saltar para esquivar un mordisco de alguna calavera que les lanzaba.

El charco de sangre que Marika había dejado ya se había secado. Lorca y su compañero se sentaron y esperaron, haciendo caso omiso de lo que estaba pasando en la habitación de al lado. La aventura no era para ellos. Solo querían volver a sus casas y dormir para seguir con su día a día. Dimitri manchado con la sangre de Marika entró por la entrada de sus futuras tumbas.

«¿Alguna novedad?¿Dónde se encuentra el resto del grupo?»

No supieron que responder. Lo último que querían era volver con los demás para posiblemente morir por algún mecanismo mortal puesto por los constructores de ese lugar.

«Ya veo…» – una sonrisa maléfica se dibujó en la cara del mendigo – «…entonces estamos solos…a ver que os parece lo siguiente…»

El elfo miró a Lorca y este le devolvió la mirada. No tenían ni idea con que les iba a salir Lenin.

«Uníos a mi y salgamos de este lugar maldito.»

A García no le hacía mucha gracia. Era un cobarde, si, pero no le gustaba la idea de abandonar a su compañeros en ese montículo.

«No…no abandonaremos al resto aquí a su suerte»

«Entonces…¿que hacéis aquí?» le respondió Dimitri mientras señalaba la escena que se podía observar desde su posición segura.

La situación era fea. La serpiente les había forzado a salir hacía el infierno que provocaba el chorro de fuego de la estatua. Ulfgar con su escudo intentaba atraer la estatua hacía su dirección, mientras Carl, Dorri y Jack se cubrían lo mejor posible para evitar tener el mismo destino que Lenin.

Rivera en un intento desesperado, empezó a lanzar unos dardos en dirección a la serpiente los cuales se fueron clavando provocando daños menores al enemigo. Brendine y Cletus seguían sin éxito para dañar a la serpiente. Hard desde el interior de la habitación pinchaba al enemigo con su lanza.

Con la espada larga bien sujeta, el escudero propinó tal corte que salpicó a todo su alrededor de sangre del ser al cual había impactado.

El cuerpo de Brendine se desplomó al suelo. Tenía la cavidad torácica abierta. Sus ropas de campesina no eran suficientes para parar el contundente golpe causado por la espada que blandía torpemente el joven escudero.

No hubo tiempo a reacción, la estatua giró en dirección a ellos y lanzó un rayo de fuego calcinando al escudero. Su cuerpo calló inerte al lado de Brendine soltando la espada a su lado.

Una lagrima caía por el mentón de García Lorca viendo los cuerpos caer.

«Uf! vaya jaleo tienen ahí montado, verdad?» soltaba Dimitri con un tono burlón «…pero nosotros a lo nuestro…por donde íbamos…a si…¿os unís a mi?»

«No».

«¿Pero no veis que el pueblo está perdido? Huyamos y salvemos nuestras vidas…»

«No» volvió a responder Lorca, pero esta vez con un poco de rabia contenida. Añadió: «Y nos vas acompañar adentro para socorrerlos».

«No tenía porque ser así…» y en un rápido movimiento el mendigo clavó su daga en el estómago de Lorca acabando con su vida al instante. Sin que se hubiesen dado cuenta, Dimitri se había estado acercando a su posición escondiendo un cuchillo que llevaba en uno de sus bolsillos secretos de su pantalón. Levantó la mirada y se preparó para defenderse de la arremetida del elfo que cargaba contra él después de presenciar el asesinato de su amigo.

Cletus en un acto de ira, recogió la espada del suelo y lanzó un par de cortes al aire en dirección a la serpiente propinándole cortes profundos. Jack con su arco corto hacía blanco al escamoso enemigo, mientras se parapetaba detrás del escudo. Hard con su lanza no podía hacer mucho contra ese enemigo escurridizo. Otro chorro de fuego atravesó la habitación.

Gracias al movimiento del combate, y a los golpes furiosos de Cletus, el combate se había movido al interior de la habitación, haciendo retroceder a la serpiente. La serpiente se resistía a morir. Claramente estaba malherida. Demasiados cortes y flechas tenía en su cuerpo. No fue hasta un dardo certero de Rivera que provocó el fin de la pelea. En el exterior, la estatua seguía lanzando chorros de fuego contra el escudo de Ulfgar y en nada se quedarían sin esa valiosa cobertura. En una huida preventiva, corrieron a la entrada más cercana, volviendo lo más rápido que podían a la habitación con las 4 estatuas.

Dimitri no estaba teniendo suerte por momentos. Sus golpes aunque certeros, fallaban. Los dioses no le estaban permitiendo asesinar a ese simple elfo cobarde. Frustrado y a consecuencia del ruido causado por la carrera que se estaban pegando los de la otra habitación para volver y protegerse de los fogonazos de la estatua, decidió darse por vencido y que era momento de irse. Lanzó un puñetazo a la cara del artesano y lo dejó aturdido en el suelo. Recogió el cuerpo aun caliente del recién fallecido y se dirigió hacía la salida desapareciendo en la oscuridad de la noche.

Un último fogonazo golpeó el marco de la puerta justo en el momento que Ulfgar lo atravesaba. En el otro lado, el charco de sangre aun seguía fresco y a unos metros del charco Dorri estaba atendiendo al artesano elfo, al parecer lo habían encontrado aturdido tumbado en el suelo.

Silencio.