Sesión 2.3 – Hora de pagar
La trampa esta preparada mi señor.
Explorador desertor volviendo del reconocimiento.
Cuando llegaron al pueblo ya estaban saliendo los primeros rayos de Sol.
No tuvieron tiempo ni a descansar. Dieron al alcalde todas las piedras que habían recogido junto con las 4 estatuillas de plata y se fueron a sus respectivos hogares a cambiarse y a prepararse para dar la bienvenida al recaudador.
Ulfgar Flinthammer estaba cansado y muy magullado, ya no tenía la edad para esos trotes pero aun así su larga vida le estaba convirtiendo en un enano más fuerte. Así que se sirvió una jarra de cerveza en la taberna y esperó a que llegase la comitiva para pasar el tramite y de esta forma irse a dormir y desaparecer uno o dos días del sueño que tenía.
Cletus se había quedado con la bola de cristal. La magia con la que estaba imbuida le atraía y el cuerno de la serpiente ya le estaba empezando a corromper su débil espíritu. Palabras de otras dimensiones le rondaban por la cabeza y tenía la sensación que si las decía y realizaba ciertos movimientos sucederían cosas sorprendentes.
Alfred Hard limpio como pudo la suciedad de su armadura y su lanza, y una vez finalizado el mantenimiento de su equipo, se ajustó su viejo casco para enfrentarse a un día más a los enemigos que se cruzasen en su camino.
La comitiva no se hizo esperar. Llegó bastante temprano, incluso antes de lo esperado, y como era de esperar el recaudador iba bien protegido por su escolta: cuatro jinetes armados con lanzas y una armadura de cuero. Este iba en un caballo y detrás de él le seguía un carromato con dos mozos y un baúl. Uno de los mozos no parecía gustarle mucho estar ahí.
Todo el pueblo, o lo que quedaba de él, se reunió en la plaza. A esa hora el molinero con su hijo estaban descargando los sacos de harina, y tuvieron que parar para ver lo que sucedía. Incluso un grupo de viajeros que habían llegado la noche anterior salieron de la posada a curiosear dejando enfriar el desayuno que les había preparado el alcalde ya que Dorri no les podía atender.
El alcalde en ese momento salió a la plaza con un pequeño baúl que contenía el pequeño tesoro saqueado la noche anterior y se quedó al lado del pozo el cual quedaba en medio de la plaza e hizo señas al recaudador para que se reuniese con él.
El recaudador dio unas indicaciones y sus 4 guardias formaron en su extremo de la plaza preparados a cualquier señal de peligro, mientras los dos mozos descargaban el baúl. Mientras tanto el recaudador se acercó sobre su montura al alcalde.
Una vez este llegó a su altura, hizo un gesto para que el alcalde le mostrará el contenido del baúl y este con una mano temblorosa lo abrió.
Lo siguiente que los supervivientes relataran de esa escena, es como uno de los mozos soltaba el baúl encarándose a su compañero a la vez los 4 jinetes cargaban contra la multitud curiosa por el trueque a la orden de «Carguen» del recaudador. Algo había salido mal y no se iba a tener tiempo a solucionarlo.
Los jinetes se abalanzaron sobre la multitud a matar. Se había levantado una gran nube de polvo y apenas se podía ver. Los que no estuvieron preparados para la primera carga murieron. Una de las primeras víctimas fue el hijo del molinero, que no tuvo mucha suerte a la hora de esquivar al jinete que se dirigía hacía él.
Ulfgar sin pensárselo dos veces corrió hasta el recaudador antes que se alejara del pozo y se pusiese a salvo fuera de la plaza. Con un ataque contundente de su martillo alcanzó y destrozó la pata del caballo, provocando la caída de su jinete a consecuencia del brinco del animal.
Cletus abordado por la situación empezó de forma inconsciente a conjurar lo que él esperaba que sería su salvación. Lo que le pareció una eternidad, de golpe se despertó de su trance y guiado por el cuerno se subió por la pared de la casa que tenía más cercana sin ningún problemas.
Alfred aprovechando su lanza tomó una posición ventajosa y se preparó para la arremetida. El impacto no se hizo esperar y el jinete salió disparado en dirección al suelo cuando el pecho del caballo era perforado por la lanza de Alfred.
El panadero furioso por la perdida de su hijo y con ayuda de los viajeros que también habían perdido a uno de los suyos, consiguieron desmontar al jinete que se les había echado encima y le estaban dando una paliza de muerte.
Aun quedaban dos jinetes y lo peor estaba por venir. Cletus desde su posición aventajada en las alturas, pudo observar como el pueblo estaba rodeado de varios arqueros que empezaron a disparar flechas encendidas con fuego en dirección al pueblo, centrándose en los tejados de las casas de los aldeanos. En unos momentos se iba a desatar un infierno que iba a dejarlos sin casas y a ellos sin vida.
Alfred se daba prisa para acabar con la amenaza de los jinetes y se dispuso a cortar el paso a uno de los dos jinetes que seguían en pie y volvía a cargar contra ellos.
Ulfgar aplastó la caja torácica del recaudador dándole una muerte lenta y dolorosa por asfixia. Mientras luchaba todo su cansancio desaparecía, así que una vez terminada con la amenaza del recaudador buscó a su siguiente rival entre medio del polvo.
La turba formada por los viajeros y el molinero no pudo hacer mucho cuando Lorca fué empalado por el jinete que Alfred intentaba interceptar.
Las llamas se estaban propagando demasiado rápido y las primeras señales de incendio no controlado se hacía notar. Cletus tenía que bajar y avisar a los demás de los demás peligros que tenían a su alrededor, pero con las prisas y aun la falta de coordinación con sus nuevos poderes, al bajar del tejado y al intentar gritar «FUEGO!» lo único que salió fueron sonidos guturales. Al finalizar la cacofonía gutural, una aura de corrupción del cuerno le rodeó y su cuerpo débil por el hechizo no deseado y mal conjurado la absorbió.
Esta vez sí, Alfred consiguió parar al penúltimo jinete que quedaba en pie gracias a su entrenamiento con la lanza en su antigua profesión (vigilante de caravanas). Una vez en el suelo la turba hizo el resto.
El fuego ya se había extendido, y en la plaza estaba empezando aparecer las primeras flechas de los arqueros del exterior. Además se podía escuchar un cuerno de batalla en la lejanía, indicando que venían más refuerzos enemigos. Ulfgar se dio prisa para abalanzarse sobre el jinete que se dirigía a él como venganza por matar al recaudador. Cogió impulso y aprovechándose del muro de pozo, cogió altura para poder tirar a su enemigo del caballo. Una vez en el suelo lo remato con un buen golpe de martillo en la cabeza.
El enfrentamiento había finalizado, pero el fuego se había extendido y estaban rodeados de llamas a parte se tenían que proteger de la lluvia de flechas que estaba empezando a caer.
«AL POZO!» gritó Ulfgard, haciendo indicaciones para que la gente fuese hasta él y fuesen bajando por la pared irregular del pozo un par de metros antes de dejarse caer al agua.
En su último repaso para asegurarse que no se dejaban a nadie, se percató que el baúl del alcalde en el cual dejaron el tesoro cuando volvieron de la torre del mago, yacía en el suelo abierto de par en par totalmente vacío…es más…¿donde estaba el alcalde? lo único que había allí eran cadáveres y ninguno era del alcalde…el ruido de los cascos le indicaron que no era el momento de quedarse ahí en medio quieto y se introdujo al interior del pozo buscando la protección en el interior de las grutas de tanto Caos que había en la superficie.